José Manuel Vidal , Jesús Bastante
La Iglesia católica es, junto al Estado, la institución más capilar y más encarnada en la realidad española. Por eso, los obispos y los curas, que comparten la vida del pueblo, sufren con ellos, consuelan lo que pueden y están lanzando todo tipo, de medidas, muchas veces inconexas, desperdigadas, sin un plan global y sin demasiado discernimiento. Con buena voluntad, pero sin eficacia y sin repercusión pública. Quizás fruto de la inédita situación que estamos viviendo.
Es evidente, asimismo, que el Papa Francisco está preocupado por la actitud que debe imprimir a la institución eclesial. Por un lado, cierra el Vaticano y se recluye como cualquier ciudadano y, por el otro, sale a la calle y visita al Cristo de la Peste y a la Virgen de la Salud, para contagiar esperanza. Por un lado, apoya las decisiones de las autoridades y, por otro, dice a sus curas que no se encierren, que salgan a las calles a acompañar y consolar a la gente.
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