Un despiste de su contrincante le hubiera bastado para llegar primero a la meta pero su deportividad supera su ambición por el podio
En el mundo del deporte español se habla de Diego Méntrida, para muchos de nosotros desconocido. No es un jugador de fútbol, ni un tenista. Es triatleta. Diego no es noticia por haber ganado el Triatlón de Santander, una competición que interesa a los realmente aficionados a este deporte. Pero de Diego se habla hoy en Twitter, en Instagram, en WhatsApp y en Facebook. Las grandes cabeceras, las radios generalistas y la televisión han compartido su historia.
No es una historia de superación, ni de victoria. Es un ejemplo de grandes valores.
Muchos comentan que es un ejemplo de deportividad pero creo que va más allá de «la actitud de quien acepta de buen grado una situación adversa», tal y como la define el diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Diego se ha distinguido hoy por su nobleza y generosidad, actitudes -continúo con la RAE- propias de una persona caballerosa.
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