| Jul 30, 202
Vamos avanzando en años de vida, que son años de experiencias y de sabiduría, pero este avance vital arrastra manías, costumbres, obsesiones, o planteamientos anquilosados. Nos cuesta cambiar porque ya nos faltan fuerzas para intentarlo o para esforzarnos en hacerlo, porque ya perdemos ilusiones o, simplemente porque pensamos que no lo podremos conseguir.
No es complicado detectar cómo los años son para unos una pesada losa que llevan a cuestas desde que son bien jóvenes, y para otros sigue siendo una oportunidad que la Vida les ha dado para seguir dando lo mejor de ellos mismos. Es así como nos encontramos a viejos de 40 años y jóvenes de 90. Unos arrastrando la vida y otros dando saltos por encima de ella. Esta reflexión nos aporta una primera clave importante: que uno es tan viejo como decide serlo y que la vejez (en la terminología más negativa) no tiene que ver tanto con la edad, sino con la predisposición vital al paso de los años.
Una mirada con ilusión ante el camino que queda por recorrer hace que no escurramos el bulto ni nos celemos por la situación de otros, que mayores que nosotros, se encuentran en mejor estado.
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