Cuando regresó a su casa, tras haberse refugiado con su familia en las montañas cercanas, Mgalai encontró la mitad de su aldea quemada. Los asaltantes también se habían llevado todo el ganado y las cosechas almacenadas en los graneros. En sus muchos años de vida dice no haber visto nada igual. Su hogar se salvó de la quema y ahora acoge a otras familias que tuvieron peor suerte. Todos comparten lo poco que tienen para comer, pero el alimento no es suficiente y han tenido que reducir las raciones. Dice que ninguna autoridad se ha acercado hasta ellos para ver qué ha sucedido u ofrecer algún tipo de ayuda. El único auxilio recibido les ha llegado de la ONG española Zerca y Lejos que les ha donado, entre otras cosas, alimentos y productos de primera necesidad.
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