Cuatro días después del asesinato de Oumarou Dicko, alcalde de Djibo, la «ciudad martirio» por excelencia, un convoy de cinco autobuses de la mina de SEMAFO en Boungou y su equipo de seguridad se convirtió en el objetivo de los terroristas. El balance, escalofriante: una cuarentena de muertos y más de sesenta heridos. Esto lo convierte en el atentado más mortífero hasta la fecha, contando tanto a civiles como a militares.
Nos encontramos, por tanto, ante una situación muy delicada. Tanto es así que al día siguiente de esta indescriptible carnicería, el presidente Roch Marc Christian Kaboré decretó luto nacional durante 72 horas en un discurso dirigido a la nación e invitó a todos los ciudadanos «al recogimiento y la introspección para fortalecer la fe en la unidad, la cohesión y la paz de nuestro país».