

Breve historia católica
Pablo VI. La idea de fondo está en Pablo VI, que en pleno Vaticano II lanzó un programa de Areópago Universal, en su encíclica Ecclesiam Suam (1964), la carta magna del diálogo de la Iglesia Católica con todos los conocimientos, ideales y caminos de la historia humana. Fue un documento espléndido, que no acaba de ser ratificado por el conjunto de la iglesia.
El mismo papa Pablo VI, tres años después, acabado el Concilio volvió a plantear el tema en su encíclica sobre la “modernización” positiva y fraterna de todos los pueblos del mundo (Populorum Progressio, 1967) apelando a un progreso económico, cultural y religioso de la humanidad. Fue una encíclica admirable, pero fracasada, pues el progreso vino, pero no en línea de justicia, sino (a partir del 1968) en forma de mayor injusticia económico-social, en forma de areópago de muerte (como el viejo areópago de Atenas, que liberó a Orestes, mato a Sócrates y se rio del “hombre crucificado” cuya salvación proclamaba Pablo).
Vino después Juan Pablo II (con Ratzinger/Benedicto XVI) y propuso (propusieron) un programa universal de areópagos…, esto es, de pretendidos diálogos sociales, culturales y religiosos, que culminaron en el discurso de Ratisbona (2006). Pero, en el fondo, terminaron siendo de hecho areópagos al servicio de los de siempre, esto es, de una justicia impuesta desde arriba, liberando a Orestes (en contra de la nueva libertad de las mujeres), acallando el pensamiento libre de Sócrates y tendiendo en el fondo a domesticar a Pablo, con su mensaje de la resurrección del crucificado.
Ha venido finalmente Francisco proponiendo un areópago “sinodal” que es absolutamente necesario en la iglesia…, pero que tiene sus riesgos, como muestra la historia de los tres juicios “sinodales” de Atenas, que llevaron al triunfo democrático de Orestes (hijo de Agamenon vengado, ley de la violencia), del asesinato judicial de Sócrates (viva el poder, muera la inteligencia) y de la marginación/desprecio de Pablo (no necesitamos que nos hablen de crucificados, la historia no la hacen las víctimas, sino los triunfadores).
Necesidad y riesgo de los areópagos
Esta visión que propongo de los areópagos antiguos (Atenas: de Orestes a Pablo) y de los modernos (de Pablo VI a Francisco) es simplista, (y en un sentido falsa), pero puede ayudarnos a pensar sobre el tema, en la línea de la última postal del FB y de RD (7.5.23) , desde la perspectiva del lema de Pablo (en él vivimos, nos movemos y somos: en el Dios del crucificado).
