

Cada Evangelio tiene su propio carisma, que se puede identificar bastante bien desde las primeras páginas y a lo largo de la narración, si se está un poco atento. En el caso de Mateo, destacan varias características. Mencionemos sólo las principales. Esta dan su fisonomía general.
La estructura de su Evangelio
El Evangelio de Mateo comienza, como el de Lucas (pero cada uno de los dos evangelistas tiene su propia perspectiva), con un relato de los orígenes de Jesús, comúnmente llamado relato de la infancia de Jesús (Mt 1-2). En el otro extremo del evangelio se encuentran los relatos de la Pasión y la Resurrección, que concluyen cada uno de los evangelios. Todo el ministerio de Jesús se sitúa entre estos dos grandes conjuntos. Mateo lo presenta alternando relatos y discursos (a veces llamados sermones) a lo largo de su evangelio. Para él, los discursos y los actos son como las dos facetas del ministerio, o más profundamente, del misterio de Jesús que presenta. En palabras de un exegeta alemán, el mesías de las palabras es también el mesías de los hechos.
Cinco grandes discursos
Cinco grandes discursos jalonan el Evangelio de Mateo y le dan un carácter didáctico. Señalan sus principales preocupaciones, sus énfasis, y contribuyen así a marcar su identidad eclesial.
Las primeras palabras de Jesús en Mateo son las Bienaventuranzas. Palabras que expresan en pocas palabras una gran innovación, cuyas múltiples e infinitas dimensiones expresa Jesús en el discurso de la montaña (Mateo 5-7), que enuncia y revela la nueva Ley.
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