

De los 4.500 niños con diferentes discapacidades a los que brinda apoyo y tratamiento Steve Williams a través de su fundación, prácticamente todos tienen las mismas marcas en el abdomen, explica por videollamada desde el oeste de Uganda. La historia la ha oído tantas veces que la recita como quien cuenta una inocente costumbre popular. Los padres, llenos de vergüenza y motivados por la creencia de que la condición de sus hijos es un castigo divino o una maldición, dice el relato, los llevan a ver al brujo local en busca de una solución. Allí, este procede a hacerles una serie de cortes en el vientre para luego frotarlos con un polvo misterioso y así eliminar los espíritus malignos.
De este tipo de intervenciones lo único que quedan son las cicatrices imborrables, el resto de la vida sigue igual: la posibilidad de estudiar más allá de una primaria precaria es casi inexistente, las probabilidades de malnutrición son mayores, el acceso a una sanidad especializada es extremadamente limitado, y, más adelante, entrar al mercado de trabajo será un lujo. El Gobierno de Uganda considera que estas variadas dificultades a las que se enfrentan las personas con discapacidades hacen de su situación un tema transversal dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), por lo tanto, una prioridad.