«La unción es símbolo de gozo y de alegría»
Hace pocos días hemos celebrado la fiesta de san Juan de Ávila. Los sacerdotes hemos vivido el gozo del ministerio que este santo supo cantar tan bellamente con su vida, predicaciones y escritos. Nuestro ministerio nació en el Cenáculo junto con la Eucaristía y, como nos decía el Papa san Juan Pablo II en su última carta con ocasión del Jueves Santo, «la existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, forma eucarística». Ha de ser la Eucaristía el centro de nuestra vida y ha de configurar la misión que el Señor nos ha regalado.
Personalmente creo que el cultivo de la forma eucarística nos ayuda a vivir y a dar forma a esas dimensiones constitutivas y complementarias de la Iglesia como son la comunión y la misión, la unidad y la evangelización.
Me he puesto a escribiros esta carta después de haber celebrado la Eucaristía y, siguiendo los consejos de san Juan de Ávila, me he dejado envolver en esta realidad para poder hablar al corazón, pidiendo al Señor que me dé su entender. Los sacerdotes en Cristo eucarístico podemos contemplar el modelo de un diálogo vocacional entre la libre iniciativa del Padre y la respuesta confiada de Cristo; los sacerdotes estamos destinados a perpetuar ese ministerio salvífico a lo largo de los siglos, hasta que el Señor vuelva. En la celebración de la Eucaristía es el mismo Cristo quien actúa en quienes Él ha escogido como ministros suyos, pues es Él quien nos sostiene para que, llenos de confianza y gratitud absoluta, eliminemos todos los temores.