2º domingo C   –  16 enero 2022: J. Ramón Echeverría

Isaías 62,1-5   —   1 Corintios 12,4-11   —   Juan 2,1-11

Primero, tres aclaraciones. El lunes pasado, las agencias publicaron la noticia: la Comisión Pontificia sobre Medjugorje ha llegado a la conclusión de que nunca se ha producido ningún milagro de curación en el santuario mariano en Bosnia. Ya no estamos en la Edad Media, y mucho menos en la época de Jesús, y los estándares del Vaticano para distinguir hechos raros, maravillas extraordinarias e incluso curaciones científicamente inexplicables hoy, de los «verdaderos milagros», se están volviendo cada vez más estrictos. Aunque al mismo tiempo Francisco permite beatificaciones y canonizaciones sin que haya habido milagros, como fue el caso de la beatificación de los mártires de Argelia hace dos años. Para los Evangelios, las maravillas, las curaciones y las diversas intervenciones de Jesús, son ante todo «signos» que nos ayudan a captar realidades más profundas e importante. Y uno puede preguntarse cuántos de estos signos de Jesús habrían sido admitidos como «milagros» por las comisiones vaticanas actuales.

La segunda aclaración se refiere al papel de los signos de Jesús en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), diferente del que ocupan en el evangelio de Juan. En los sinópticos, los signos confirman la «Buena Nueva» proclamada por Jesús de que el Reino de Dios ya está entre nosotros. Según Juan, más tardío y más reflexivo, Jesús es él mismo la Buena Nueva. Los signos que realiza revelan quién es, y simbólicamente (es decir, misteriosa pero realmente) muestran su gloria. “Así, en Cana de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”. Tal es la conclusión del relato de este domingo. De hecho, –esta es la tercera aclaración– Juan construye su evangelio en forma de escenas que dibujan los principales signos de Jesús, siendo el más llamativo el de su muerte-resurrección.

Artículo completo: 2ºOrdinario-C-Echeverría

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