CUIDAR A MI HERMANA, CUIDAR A MI HERMANO (Mt 20, 1-16)
No. No queremos cuidar a quien está a nuestro lado, ni a quien encontramos en nuestro camino. Sí, es cierto que nos negamos a cuidarlo, a tratarlo con delicadeza y ternura, porque el rumbo de nuestra vida no está marcado por la confianza, el cariño y la dulzura, sino por el recelo, la codicia y el temor. Como no estamos dispuestos a asumir riesgos, no queremos suponer la bondad en las personas de nuestro alrededor, sino sólo competencia y rivalidad, cuando no hostilidad o suposición de malas intenciones. Pero no es cuestión de maldad; sino, como solemos decir, de acechar las oportunidades, de estar alerta porque las ocasiones hay que aprovecharlas y hay muchos candidatos, de ser espabilados para no perder la ocasión y estar los primeros… Y por eso reclamamos, sin buscar ni mucho menos el perjuicio de nadie, ni querer el sufrimiento de nuestra hermana ni de nuestro hermano, simplemente “justicia e igualdad para todos y en todo”…
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