Disculpas ¿y después? Al día siguiente de su petición de perdón, presentada a los indígenas en suelo canadiense, el papa Francisco se dirigió el martes 26 de julio al lago Santa Ana, a 75 km de Edmonton, en el tercer día de su viaje a Canadá. Fue allí, en las orillas de estas aguas consideradas sagradas por los indígenas, donde Francisco indicó la necesidad, a sus ojos, de una «peregrinación hacia la curación». Es una forma de indicar que la disculpa, formulada la víspera, no es más que una etapa de un largo «proceso» emprendido «hacia un futuro cada vez más limpio y renovado».
Ante varios centenares de personas que le esperaban desde primera hora de la tarde, reunidas en un patio habilitado a unas decenas de metros del lago, el papa Francisco, rodeado de jefes indígenas y prelados con sotana negra y fajín morado, presidió una liturgia de la palabra en este alto lugar de espiritualidad para los católicos indígenas.
«Hoy, todos nosotros, como Iglesia, necesitamos sanación, necesitamos ser sanados de la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, de elegir la defensa de la institución antes que la búsqueda de la verdad, de preferir el poder mundano al servicio evangélico», dijo el papa. La curación ha sido una de las palabras que han estado omnipresentes desde el comienzo de esta visita, especialmente en boca de los supervivientes de los internados que acudieron a las celebraciones.