

Fue soldado por la fuerza, obispo por obligación y monje por gusto. Reúne a la vez la austeridad de los ascetas, la santidad de los pontífices y el celo de los misioneros. Hombre de profunda oración y de ardiente caridad hacia el prójimo.
Nace en Panonia (Rumanía) hacia el año 316, por encontrarse allí su padre, formando parte de una guarnición, pues era tribuno militar. Recibe su educación en Pavía y allí conoce la religión cristiana. Siente después el deseo de huir al desierto para vivir plenamente el evangelio, pero su padre, para librarle de las influencias cristianas le hace soldado contra su voluntad. Era muy caritativo con todos. Se cuenta que, pasando un día por Amiens, se encuentra a un mendigo, víctima del frío en pleno invierno; entonces él quitándose la capa, la partió en dos con su espada para darle la mitad al mendigo y a la noche siguiente vio en sueños a Jesucristo que llevaba puesta la mitad de su capa, y oyó que le decía: «Martín, hoy me cubriste con tu manto».
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