Hace unos días, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, confirmó lo que muchos temían y muy pocos se atreven a ignorar. La cumbre de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) será presencial. “Estamos comprometidos a tener una cumbre donde seamos capaces de mirarnos unos a otros”, acuñó el líder sudafricano. Y tú te preguntarás, ¿y qué pasa?, ¿qué significa que los homólogos de Ramaphosa salgan de viaje a mediados de agosto para reencontrarse en el país del sur de África?
Todo pendula de un hilo, pero, si el presidente de Rusia, Vladímir Putin, decidiera unirse a la escapada de los cinco, se puede liar una buena. Para empezar que Putin, contra quien fue emitida una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por sospechas de que Rusia habría deportado de forma ilegal a menores ucranianos, podría ser detenido a miles de kilómetros de su país. Lo más lógico es que Sudáfrica, como miembro de la CPI, fuera el que emitiera esa orden, pero parece ser que Ramaphosa no quiere jugar con fuego. O, mejor dicho, con una relación histórica entre ambos socios.
Desde la creación del Congreso Nacional Africano en 1912, Sudáfrica ha compartido estrechos lazos con la política de Rusia, por aquel entonces, la antigua Unión Soviética. Es más, con la ayuda militar de la URSS, el CNA fue ganando territorio en su lucha contra el apartheid. Mandela llegó al poder con el empujón de Rusia y la Internacional Socialista, la organización del movimiento laboral con origen en 1951.
Desde entonces hasta hoy, Sudáfrica ha mostrado una simpatía por el Kremlin algo camuflada. En su aparente postura imparcial con respecto a la guerra de Ucrania, Sudáfrica ya acumula hasta cuatro abstenciones en las sesiones de control de Naciones Unidas contra Rusia. Aun así, Estados Unidos ha acusado directamente a Sudáfrica de haber enviado armas a Moscú para librar la guerra de Ucrania.
Ahora, y con la llegada de la cumbre anual de los BRICS, quedará por ver si Sudáfrica seguirá legitimando la ofensiva rusa en Ucrania y, por lo tanto, la vulneración de los derechos humanos o aplicará la ley internacional, lejos de su propia moral.