Etéreos, como escapados de una mágica película de Disney. Envueltos en un halo de transparencia, pestañas nevadas, ojos rosados y el pelo blanco radiante. Copos de nieve vivientes. Los albinos dan la sensación de ser seres especiales, llenos de luz.
Esa percepción, claro, es un prejuicio. Algo que ocurre en nuestra imaginación. Porque no son ni etéreos ni mágicos ni transparentes. Son de carne, de hueso, de sangre. Y su sangre cuando es derramada es tan roja como la del resto de los mortales.
Una de cada 17 mil personas que nacen en el mundo puede tener algún grado de esta rara condición genética.
De qué estamos hablando
Los seres humanos con albinismo carecen de pigmento en la piel, en el pelo y en los ojos. Es una condición congénita hereditaria que hace que el organismo no produzca, o no distribuya bien, la melanina que son las células que le dan color a nuestro cuerpo y protegen de la radiación solar. La melanina es fabricada por los melanocitos y, cuando el sistema falla, ya sea en forma parcial o total, se pueden producir siete formas de albinismo, algunas mucho más graves que otras.
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