NAIROBI – Aunque abandonar el país y convertirse en refugiado es el último recurso, es una decisión que muchos, como Steve Kitsa, han tenido que tomar. A medida que el conflicto se prolonga en muchos países africanos, muchos otros darán este paso.
“En una cuestión de vida o muerte, hui de la República Democrática del Congo (RDC) hace cinco años y dejé atrás a mi anciana madre. Un día estábamos sentados en un grupo de jóvenes, charlando y disfrutando del sol de la mañana, cuando se nos acercó un pistolero solitario vestido de uniforme y empezó a disparar sin provocación”, contó Kitsa a IPS.
Añadió que este tipo de incidentes se habían vuelto demasiado comunes en la región oriental, y algunos de mis amigos fueron asesinados”.
Kenia acoge a una de las mayores poblaciones de refugiados de África. Kitsa es uno de los más de 520 000 refugiados y solicitantes de asilo registrados. Pero el defensor de los derechos humanos Irene Grace, que huyó de Uganda hace dos años, dice que el número es mucho mayor porque las fronteras son porosas.
No obstante, los registros oficiales indican que hay unos 287 000 refugiados proceden de Somalia, 142 000 de Sudán del Sur, 50 000 de la RDC y 32 000 de Etiopía. Muchos viven en los campos de Dadaab y Kakuma.
Otros, como Kitsa, han encontrado su camino en los centros urbanos kenianos de Nairobi, Kisumu, Mombasa y Eldoret. Estadísticas desactualizadas, de 2017, indican que más de 67 267 refugiados vivían entonces en Nairobi.
“Hay mucha explotación porque necesitamos a los locales para sobrevivir. En las carreteras hay muchos jóvenes que venden cacahuetes. Se nota que son de la RDC por el swahili que hablan. Venden estos cacahuetes bajo el sol abrasador, todo el día, todos los días, a cambio de un plato de comida y un lugar donde dormir, ya que los beneficios van a parar al que los acoge”, explicó.
“La mayoría estamos desesperados por ir a Francia”, reconoció.
Grace huyó de Uganda por promover los derechos de la comunidad Lgbtiq mientras el país reprimía sus derechos. A medida que se intensificaban las medidas represivas contra la comunidad, respaldadas por el gobierno, también lo hacían las amenazas contra su vida.