Deuteronomio 4, 32-34.39-40 — Romanos 8, 14-17 — Mateo 18, 16-20
“El soberano misterio de la Trinidad Beatísima es el primero de todos los misterios y el fundamento de todos. Es un misterio inefable que debemos adorar sin intentar sondearle. Bástanos saber que Dios, que no puede engañarse ni engañarnos, nos le ha revelado.” (Catecismo del padre jesuita Gaspar Astete, 1537-1601).
En la religión de los griegos, los «misterios» aludían a rituales secretos acompañados de una experiencia de vida, a través de los cuales los iniciados lograban la salvación. Muy pronto, el cristianismo fue considerado una «religión mistérica», lo que explica en parte su éxito. De ese significado original, poco quedó quince siglos más tarde en el texto del Padre Astete, u hoy, en la definición que el Larousse da de «misterio», «Lo que es inaccesible para la razón humana, lo que pertenece al orden de lo sobrenatural, lo oscuro, oculto, desconocido, incomprensible.» El ritual y la experiencia de vida, de la que el ritual era la expresión y el símbolo, han desaparecido por completo.
Texto completo: Santísima Trinidad B-Echeverría