

La breve batalla de Kerbala, en la actual Irak, se libró el 10 de octubre del año 680 entre las tropas de Yazid I, segundo califa omeya, y los seguidores del nieto del profeta Mahoma, Huseín bin Alí. Para la mayoría de chiíes, el aniversario de la batalla es un día de luto en el que peregrinan para honrar la memoria de Huseín. El enfrentamiento en Kerbala desencadenó la segunda guerra civil islámica, que terminó de dividir a la comunidad musulmana en dos grandes corrientes. La primera había tenido lugar dos décadas atrás, entre los omeyas y Alí, yerno de Mahoma y padre de Huseín, y a quien se remonta el origen político del chiismo.
Tras la muerte de Mahoma, que no había dejado sucesor, se designó a su suegro Abu Bakar como primer califa del islam, en contra de los deseos de los partidarios de Alí. Continuando la línea sucesoria de Abu Bakar, el liderazgo llegaría en el año 680 a Yazid I, de la dinastía omeya. Para entonces, el califato se encontraba en una situación de caos político y corrupción, y Huseín bin Alí, nieto y último descendiente vivo de Mahoma, se negó a jurarle lealtad a Yazid. Consideraba que había usurpado el poder, así que decidió comenzar un levantamiento rumbo a Irak para derrocar el califato.