ANA ITURRALDE de Castellón, y TERESA DE LA SERNA, de Pamplona, han participado en el año 2012 en la experiencia de ROQUETAS DE MAR.
Ellas nos cuentan lo vivido y experimentado esos días.
Bueno, voy a intentar resumir esta experiencia de verano que hicimos en Roquetas de Mar. La verdad es que TODOS coincidimos en que es una experiencia inolvidable, y preciosa, pero también es verdad que es imposible de expresarlo con palabras.
Vamos a ello, el grupo que fuimos estaba formado por Manu, Maite, y las dos Milas (como monitores), Teresa, Andrea, José, María, Bea, Andoni, Pablo, Irene, Teresa y yo (Ana). Sobre nuestro trabajo allí con los inmigrantes, nos dividimos en dos grupos. Un grupo se ocupaba de los adultos para el aprendizaje del español y alfabetización, con los cuales también hicimos algunas actividades como ir a ver una película o hacer un torneo de fútbol; mientras el otro grupo iba con los niños del barrio que se llama de “las 200 viviendas”, para realizar actividades junto con otro grupo de voluntarios de allí de Roquetas.
Además de estas actividades, durante el día también teníamos ratos de oración; charlas de los monitores, de dos inmigrantes africanos senegaleses (Mansur y Sissé) que nos contaron su experiencia, de dos jóvenes muy comprometidos de la parroquia, de la directora del colegio, de los padres blancos, etc. En los ratos libres también hicimos salidas a la playa todos juntos y con los voluntarios de Roquetas.
Bueno, esto es lo que hacíamos allí, y nuestra experiencia, pues como he dicho, inolvidable, TODO, cada cosa que hacíamos era genial. Fuimos allí con la expectativa de ayudar y que eso nos reportara felicidad, con ganas, quizá también de salir de lo cotidiano, y además de todo esto nos llevamos muchísimas otras cosas: el cariño de los niños, la amistad de los adultos y voluntarios de allí, la confianza entre nosotros, el agradecimiento de la gente, y también el conocer la realidad que se vive allí realmente y muchas experiencias de diversa gente, junto con miles de sonrisas…
Como bien ha descrito mi compañera Ana, es algo inexplicable…
Fuimos con unos objetivos e inquietudes que queríamos llevar a cabo; queríamos conocer gente, ayudar dentro de lo que se pudiera y sobre todo, abrir la mente, frente a una cultura distinta, un mundo apartado que mucha gente no conoce, y sin embargo una realidad que está a la orden del día.
Cuando llegamos allá, nos estaban esperando Manu, Mila y Maite con los brazos abiertos para explicarnos un poco nuestro día a día. La verdad es que por mi parte no sabía muy bien a qué iba allí. Sabía que se trataba de un campo de trabajo con inmigrantes, pero poco más. Hasta que no llegas y te encuentras frente a frente con ellos, te cuentan sus historias, su vida, te preguntan, no te das cuenta ni valoras todo lo que tienes. Yo tampoco se muy bien cómo explicarlo.
El primer día que llegamos a la parroquia para dar clases de español, fue muy bonito porque veías a muchísima gente que iba llegando y todos te dedicaban una sonrisa de oreja a oreja sin apenas conocerte. El comienzo de las clases no fue fácil, ya que entre ellos apenas se conocían, unos eran de Mauritania, otros de Senegal, otros de Guinea y no mantienen demasiada relación entre distintos países. Entonces comenzamos presentándonos, tanto las profesoras como cada uno de ellos, para así conocernos y aprender los nombres. Y resultó súper gratificante.
Conforme pasaban los días, cada vez teníamos más confianza. Ibas entablando unos vínculos preciosos con cada uno. Cada uno con su historia y su forma particular de agradecer, y su sonrisa, y eso para mi, era algo increíble.
Nos contaban cosas sobre su familia, sus hijos, cómo llegaron a España, que inquietudes tienen, por qué estudian… todo. Conforme les escuchabas, te dabas cuenta de que la lucha a la que se enfrentan continua, aunque ganas de vivir no les falta, y de conseguir un trabajo, de valerse por sí mismos. Son gente muy luchadora y trabajadora.
Para mí, estar con ellos cada día era un regalo, iba feliz a las clases. No quería que se acabara, porque tanto ellos como nosotros recibíamos mucho. Sí, ellos también nos daban lecciones cada día, que intentamos aplicar.
También hay que decir, que no solo estuvimos con adultos (mi caso) sino también estaba el campamento urbano con los niños, que eran MARAVILLOSOS.
No tuve ocasión de estar mucho con ellos, pero veía lo que hacían mis compañeros y era de envidiar. Pasaban la mañana realizando juegos, manualidades y talleres con los pequeños, que se lo pasaban en grande. Y ellos también coinciden en lo mismo que nosotras, es inexplicable el amor, el cariño y la dulzura que transmiten. Cómo te quieren, como quieren aprender y divertirse como todos los niños.
Solo puedo decir, que HAY QUE IR, Y VIVIRLO! Lo recomiendo sin ninguna duda y ojala todos seamos capaces de concienciarnos, de dejar a un lado los esteriotipos sobre los inmigrantes y lanzarnos a la piscina. MERECE LA PENA.