En la segunda Cumbre Africana sobre el Clima (ACS2), el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) se comprometió a establecer una estructura dentro de la Iglesia sobre Justicia Climática para supervisar el cumplimiento de los compromisos climáticos y garantizar que la voz de África se escuche en las iniciativas globales de acción climática.
En una declaración emitida en Adís Abeba tras la cumbre celebrada del 8 al 10 de septiembre, los obispos católicos africanos afirmaron que la crisis climática no es solo una emergencia ecológica, sino también moral. Con la creación de un observatorio, la Iglesia en África pretende responsabilizar a los gobiernos, las instituciones y las industrias de sus compromisos en materia de acción climática, a la vez que amplifica las voces de las bases y protege a las comunidades vulnerables.
En referencia a las encíclicas del papa Francisco Laudato Si’ y Laudate Deum, que llaman a la conversión ecológica y a la urgente solidaridad mundial, los obispos señalan que las meras palabras o los gestos simbólicos no son suficientes; se necesita, en cambio, valentía y acción decisiva para la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. “No podemos seguir poniendo excusas. Lo que se necesita es valentía y determinación para alejarnos decisivamente de los combustibles fósiles, adoptar las fuentes de energía renovables y realizar cambios genuinos en nuestro estilo de vida por el bien de nuestro hogar común”, se lee en la declaración de la SECAM.
Desde la organización insistieron en que África no debe permanecer pasiva ante las agendas externas, sino que debe asumir el liderazgo absoluto de su futuro ecológico.
La cumbre, convocada antes de la COP30 para aprovechar la primera Cumbre Africana sobre el Clima (ACS-1) celebrada en 2023, instó a África a utilizar la financiación climática para apoyar la adaptación, la mitigación y el desarrollo verde. Con el tema: Acelerando las soluciones climáticas globales: Financiando el desarrollo resiliente y verde de África, los obispos subrayaron que las comunidades rurales, ricas en sabiduría indígena, son “laboratorios de ecología integral” y capaces de moldear un desarrollo sostenible arraigado en las realidades africanas.
Hicieron hincapié en un firme apoyo a las energías renovables, especialmente a los sistemas solares descentralizados e impulsados por la comunidad. Señalaron que estas inversiones crearían empleos, empoderarían a las mujeres y a los jóvenes, reducirían la pobreza energética y, al mismo tiempo, disminuirían las emisiones de carbono.
Al pedir una movilización justa de recursos, el SECAM exigió que las naciones ricas paguen su “deuda ecológica” mediante una financiación transparente, accesible y sin deuda.
El Fondo de Pérdidas y Daños, enfatizaron, debe ponerse en funcionamiento urgentemente para compensar a los países que ya se enfrentan a impactos climáticos devastadores a pesar de ser los que menos han contribuido a las emisiones globales.
“Se trata de una cuestión de justicia y solidaridad con las comunidades más pobres y afectadas”, declararon los obispos, instando a las naciones ricas a dejar de disfrazar los préstamos como ayuda climática.
En su compromiso, además de proponer Observatorio Eclesial sobre Justicia Climática, los obispos se comprometieron a que las comunidades católicas africanas sigan promoviendo la conversión ecológica en parroquias, escuelas y diócesis, y también a abogar en la COP30 y otros foros globales por una eliminación gradual y justa de los combustibles fósiles y una transición hacia las energías renovables.
Concluyeron instando a África a alzarse como voz moral y agente de su propia transformación.
«La justicia, la solidaridad y el cuidado de la creación no exigen menos», afirmaron, posicionando a África no como una víctima de la crisis climática, sino como un líder de esperanza para la comunidad global.
Jecinter Antoinette Okoth
Fuente: AMECEA
[CIDAF-UCM]