Las masacres de civiles, el hambre obligada, las violaciones en grupo. Lo ocurrido en el oeste de Tigray trasciende los horrores de cualquier guerra: esa violencia extrema sedimentada en el caos y los círculos viciosos de crueldad y venganza. Más que producto de la impunidad y la sangre caliente, los excesos encajan en una campaña diseñada para expulsar a los tigriñas de su tierra. Para limpiar étnicamente esta fértil área y repoblarla con oriundos de Amhara, extensa región al sur de Tigray. Este es el principal hallazgo de un reciente informe con título explícito: We will erase you from this land (Os borraremos de esta tierra).
Los investigadores de Amnistía Internacional y Human Rights Watch fueron atando cabos mientras entrevistaban a los tigriñas que, poco después del inicio del conflicto, empezaron a llegar a Sudán. Vetadas en Etiopía, ambas organizaciones han tenido que conformarse con los testimonios –recogidos durante más de un año– de 400 refugiados que abandonaron su país rumbo al oeste. Material suficiente para concluir, sin fisuras de duda, que en Tigray occidental se ha orquestado una operación sistemática de limpieza étnica. “No son solo crímenes de guerra, sino crímenes contra la humanidad, los más graves, según la legislación internacional. Es otro nivel”, afirma Jean-Baptiste Gallopin, investigador de Amnistía Internacional y coautor del estudio.
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