Las sucesivas leyes de educación (ocho en 40 años) y las transferencias de competencias educativas a las comunidades autónomas han dado como resultado una generación de jóvenes llenos de carencias educativas, especialmente en secundaria. Muchos de ellos ni siquiera han oído hablar de la Transición.
De manera recurrente se activa en los medios de comunicación el debate sobre la próxima reforma de la ley educativa. Es entonces cuando se extiende el uso del acrónimo de turno: LOECE, LOGSE, LOE, etc., para denominar a la ley que nos espera.
Lo hemos vivido ocho veces en los últimos 40 años, con una duración media de cinco cada ley desde 1980. Cambios discutidos en temarios, asignaturas, debates en torno a la religión, la ética, la educación para la ciudadanía y la permanencia de la educación concertada.
Desde el comienzo del actual periodo democrático hasta hace ocho años, el acuerdo para lograr una ley educativa estable dependía de las negociaciones bipartidistas entre Partido Popular y PSOE. Desde 2014, la progresiva irrupción de nuevas fuerzas políticas –el multipartidismo– ha complicado la posibilidad de ese acuerdo educativo de largo plazo.