9 mayo 2021 20:00 CEST
La relación entre un mentor y su estudiante va mucho más lejos que el simple periodo de formación de unos pocos años. Es una unión intelectual que conecta con una tradición que se remonta, al menos en Occidente, hasta las primeras universidades.
Es, verdaderamente, una antorcha que se transmite de persona a persona durante generaciones, que ha sido esencial para la Revolución Científica y que ha beneficiado a la sociedad desde entonces.
Los primeros pasos formales se dieron entre los siglos XII y XIII y se fundamentaron en tres procesos: el redescubrimiento del clasicismo de la Antigüedad debido a la traducción sistemática de textos helenos y árabes, la fundación de las universidades y la aparición de pensadores que incorporaron el saber aristotélico, transformando el currículum heredado del Imperio Romano, que distinguía entre el trivium (gramática, dialéctica, retórica) y el quadrivium (aritmética, música, geometría, astronomía). La medicina, el derecho y la teología se consideraban disciplinas separadas.