Nacido en familia noble, Domingo de Guzmán (1170-1221) recibió formación en la universidad de Palencia y después se incorporó al cabildo de canónigos regulares en Burgo de Osma. Ya en la segunda etapa del feudalismo medieval pujaban los aires del mundo moderno que anunciaban un cambio de época, y en este cambio brotó el carisma de Domingo como fraile predicador. Para una misión diplomática, salió de la clausura canonical y pasó por el sur de Francia, donde encontró una población pobre y confusa de cristianos que se alejaban y se oponían a la Iglesia oficial; declarados herejes –cátaros, valdenses…- caían en muchos errores pero trataban de llevar una vida evangélica. Para combatir a los herejes y traerlos al redil de la Iglesia llegaban delegados pontificios revestidos de poder y con amenazas de excomunión. En ese contexto, Domingo escuchó al Espíritu que sugirió abrir otro camino: una conducta evangélica ofrecida de modo creíble y en diálogo sincero con el otro.
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