“Según el Talmud, cuando una persona abandone este mundo, se le preguntará: «¿Vivías con esperanza?» Porque la esperanza es una virtud, e incluso una de las más exigentes.” Así lo explicaba esta última semana Ary Samoun, capellán israelita de la Asistencia Pública de los Hospitales de Marsella, en una página de espiritualidad del periódico La Croix. Pero “¿Esperanza? ¿Cómo, cuando el mundo pasa por tales pruebas?”, escribió Christophe Henning en la misma página. Uno de mis compañeros se está muriendo en el hospital, aislado por Covid. Un amigo palestino acaba de enviarme por WhatsApp una broma un poco amarga por su actualidad, en la que Poncio Pilato muestra a todos cómo lavarnos las manos. El Vaticano acaba de publicar el «Informe McCarrick», sobre el cardenal apartado del sacerdocio por sus abusos sexuales y sobre la pasividad de algunas autoridades religiosas. Con una nueva ley de educación, el gobierno español busca usurpar a los padres su derecho a velar por la educación de sus hijos… La lista de lo que va mal llenaría páginas. ¿Y quién no ha sentido la tentación de desesperar y tirar la toalla?
Texto completo: JesucristoRey-34Ordinario-A-Echeverria