A menudo nos enfrentamos a situaciones en la vida en las que tenemos que tomar una decisión. Son pequeñas elecciones como «¿comeré una naranja o un higo?» «,» ¿De qué color me visto? o, a veces, grandes elecciones como «¿debería pedirle a tal y tal que se case conmigo?» «.
Los ‘expertos’ nos dirán que la elección dependería de toda una serie de criterios: mi personalidad, mis experiencias, mi educación, el pasado, el presente y el futuro, el entorno y, por supuesto, los medios. También está lo que podríamos llamar mi sentido moral, mi conciencia. Si digo que sí, ¿mi sí se alinea con mis valores morales y espirituales?
Para cada uno de nosotros, individual o colectivamente, la importancia de cada criterio no sería la misma. Afortunadamente, porque la unanimidad indica una utopía perfecta en todo menos en la libertad. El Creador nos creó para ser libres, para ser semejantes a Él como los seres humanos que somos (Gn 1,27). Vivamos en libertad, en busca de la verdad, reconociendo siempre con humildad que aún no somos perfectos como Dios.
Hagamos nuestras elecciones, y estoy hablando aquí de las elecciones que llevan un elemento de moralidad, la elección entre el bien y el mal de la que nos habla Jesús, buscamos más bien un consenso interno. Es un discernimiento, quizás incluso una lucha, como la de San Ignacio entre los “dos estandartes”. El yo egoísta versus el yo generoso. El yo perezoso versus el yo fiel (en la oración, por ejemplo). El yo legalista que evita ‘contagiarme’ frente al yo del ‘buen samaritano’. Finalmente, el yo que huye o se esconde del peligro frente al yo que está al pie de la cruz de Jesús. O incluso el yo que se deja crucificar con Jesús.
No tengas miedo de reconocer que nunca encontraremos todas las respuestas en un plato para vivir una vida tranquila (Lucas 12,16-21). La vida no es así. La gran riqueza que Dios nos da no es encontrar la única solución verdadera a la cuestión, sino caminar con él en busca de las mejores soluciones. Dios Emmanuel vino entre nosotros precisamente para acompañarnos. La única opción que tendremos que hacer es hacer como él en el camino de Nazaret, Belén, Calvario, Emaús y…. por todo el mundo” (Mc 16,9).
+ Mgr John MacWilliam
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