Ha vivido en Francia con y sin permiso de residencia, ha ejercido trabajos cualificados y otros reservados a los grupos menos reconocidos de la sociedad. Se dice que llegó a vivir en la calle. Fue director de un periódico económico y guardia de seguridad. El escritor marfileño Gauz se fue construyendo una fama de enfant terrible de la literatura de su país a cuenta de una trayectoria poco convencional y de una vida en la que ha primado vivir experiencias que le ayudasen a construirse. El aura de trasgresor tiene más que ver con su camino al margen de los convencionalismos que le han llevado a configurar una voz propia en la que resulta difícil encontrar postureo o voluntad de agradar. Un ejemplo de esta particular narrativa es Cobrar por estar de pie, cuya traducción al español de Pedro Suárez Martín han publicado Baile del Sol y Casa África.
En esta atípica novela, que de entrada cuesta encajar en los parámetros habituales del género, Gauz dibuja un particular paisaje de la sociedad francesa vista por los invisibles, por un lado; pero también de las heterogéneas y estrambóticas comunidades de estudiantes africanos en la capital del hexágono. El escritor marfileño desenmascara a aspirantes a revolucionarios más preocupados por vivir en un estado de aparente privilegio que se apoya, fundamentalmente, en no hacer nada y alimentar sus egos.
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