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Gabón: ¿El fin de una dictadura… y el comienzo de otra?

Este es un artículo de opinión de Inés M. Pousadela, especialista sénior en Investigación de Civicus, la alianza internacional de la sociedad civil.

Manifestantes en Gabón celebran el derrocamiento de Ali Bongo. Imagen: AFP via Getty Images

 

MONTEVIDEO –  El 26 de agosto, Gabón celebró elecciones. Los resultados oficiales se anunciaron cuatro días después, a la mitad de la noche, con el país bajo toque de queda. Como era de esperar, el presidente Ali Bongo, en el poder desde la muerte de su padre y predecesor en 2009, obtuvo un tercer mandato.

Al igual que en elecciones anteriores, abundaron las acusaciones de fraude. Pero esta vez ocurrió algo sin precedentes: menos de una hora después, los militares habían tomado el poder y los 56 años de reinado de la familia Bongo habían llegado a su fin.

En Gabón, la población recibió a los militares con los brazos abiertos, agradeciéndoles que les hubieran liberado del yugo autoritario bajo el que habían vivido, en la mayoría de los casos, toda su vida.

Pero derrocar un régimen opresivo no es lo mismo que alcanzar la libertad democrática.

Los estudios demuestran que, aunque en ocasiones se establecen democracias tras los golpes de Estado, con demasiada frecuencia son nuevos regímenes autoritarios los que surgen, con niveles aún más altos de violencia y abusos de los derechos humanos sancionados por el Estado.

Autocracia depredadora

Omar Bongo llegó al poder en 1967 y lo mantuvo durante más de 40 años. Solo empezó a permitir la competencia multipartidista en 1991, después de asegurarse de que su Partido Democrático Gabonés, con un nombre irónico, mantendría su control mediante una combinación de clientelismo y represión.

Su hijo y sucesor conservó el poder de la dinastía con unas elecciones plagadas de irregularidades en 2009 y 2016. En ambos casos, la opinión generalizada fue que Bongo no era el verdadero ganador. La Constitución se modificó en repetidas ocasiones para facilitar nuevos mandatos y se manipularon sistemáticamente las normas y los calendarios electorales.

La autora, Inés M. Pousadela

En 2016, el flagrante fraude desencadenó violentas protestas que fueron reprimidas de forma aún más violenta. En 2018, Bongo sufrió un derrame cerebral que lo apartó de la escena pública durante casi un año, lo que alimentó la preocupación de que pudiera no estar en condiciones de gobernar.

Pero un intento de golpe militar en 2019 fracasó y fue seguido de una represión mediática, detenciones de políticos de la oposición y un endurecimiento del Código Penal para criminalizar la disidencia.

Bajo el reinado dinástico de los Bongos, la corrupción, el nepotismo y el comportamiento depredador de las élites fueron rampantes.

Gabón, un pequeño país de 2,3 millones de habitantes situado en la costa atlántica de África central, posee vastas reservas de petróleo, que representan alrededor de 60 % de sus ingresos. En términos de producto interno bruto (PIB) por habitante, es uno de los países más ricos de África, pero un tercio de su población es pobre, en marcado contraste con la incalculable riqueza mal habida de la familia Bongo y su círculo íntimo.

¿Por qué ahora y ahora qué?

El golpe se presentó como una reacción a unas elecciones indudablemente fraudulentas. Al tomar el poder, el autoproclamado «Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones» anunció la anulación de los comicios y la disolución de las instituciones ejecutivas, legislativas, judiciales y electorales.


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