La guerra ha vuelto al Cuerno de África. Y a los titulares, el “conflicto étnico” y las “tensiones étnicas”. Pero el conflicto étnico no existe. Es un invento. Y si existe no es, desde luego, en África. Se trata de una simplificación peligrosa, que desvía la atención de las causas verdaderas de la violencia y dificulta su resolución.
El caso de Etiopía es paradigmático. La crisis que actualmente afecta al país es muy compleja y tiene raíces profundas. Quizá por eso nos resulta más sencillo reducirlo todo a una lucha entre etnias. Salvajes que se masacran porque no pueden convivir civilizadamente.
¿Qué es exactamente un conflicto étnico? En su definición más básica, es el que afecta a dos o más grupos étnicos. La definición no dice nada sobre las causas del conflicto—al igual que sucede con “conflicto internacional”. En uno luchan grupos étnicos; en otro, naciones. Pero ¿por qué luchan? La identidad raramente suele ser el principal motivo. Se lucha por lo que se lucha siempre: por motivos económicos, religiosos, territoriales o ideológicos. Lo único que nos dice el “étnico” de conflicto étnico es la categoría de las unidades enfrentadas: no naciones ni facciones políticas, sino etnias.
El problema es que cuando hablamos de conflicto étnico la identidad de grupo pasa a primer plano independientemente de la importancia real que pueda tener.
Etiopía, el país de las cien etnias
Etiopía es un país culturalmente diverso. Se suele decir que existen 80 grupos étnicos, pero el número real se aproxima seguramente al centenar. Cien grupos con sus lenguas, sus costumbres, sus religiones. Normal que haya guerra, pensaremos. Pero no. No existe una correlación directa entre diversidad étnica y conflicto. De hecho, las zonas más étnicamente diversas de Etiopía, el sur y el occidente del país, han sido tradicionalmente las más pacíficas.
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