La mortalidad entre los inmigrantes hombres que intentaron llegar a las costas españolas fue del 5%, la mitad, según la memoria de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que contabilizó más de 2.000 muertes en total.
El 14 de octubre del año pasado, en torno a las nueve noche, un barco mercante que navegaba por las aguas del Estrecho de Gibraltar se topó con los restos de una patera semi hundida a la que se aferraban varias personas en medio de un temporal con vientos de 35 nudos y olas de hasta tres metros. Era todo lo que quedaba de una embarcación que había zarpado tres días antes de las costas de Marruecos. A bordo viajaban 28 personas y cuando llegó el barco de Salvamento Marítimo para auxiliarles solo quedaban dos supervivientes, el tercero había muerto.
En esa frágil patera no sólo viajaban hombres, también embarcaron mujeres. Pero ninguna sobrevivió. Y no es un caso aislado.
Aunque son menos las mujeres que se lanzan a cruzar desde el norte de África por el Estrecho de Gibraltar, el mar de Alborán o por el Atlántico hasta las Canarias, el peligro al que se enfrentan es mucho mayor que el de los hombres. Exactamente, un riesgo dos veces mayor de morir en el intento.
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