

Desarmar las palabras implica liberarlas de prejuicios, ideologías de muerte y fronteras que inventan enemigos. Las palabras, al distorsionarse, construyen barreras que nos separan de los demás. Cuidarlas y devolverles su verdad significa desarmarlas.
Los conflictos armados en el Sahel han desplazado a millones de personas, dejando cicatrices imborrables. Pero incluso antes de las divisiones étnicas, religiosas o económicas, el origen de este sufrimiento está en las palabras.
Educar para “cuidar las palabras” debería ser una priori dad en los medios de comunicación, familias y organizaciones. Así, como soñaba el padre Maccalli, podríamos confiar al viento palabras desarmadas, capaces de susurrar la paz al mundo.
Agencia Fides