«Haz siempre lo que temas hacer», aconsejaba el filósofo Emerson. Es la disposición vital contraria a la timorata mediocridad y lo que hace que la vida sea digna.
Seré muy breve. Para tratar sobre la mediocridad en un principio escribí varias versiones digamos canónicas, plagadas de referencias a autoridades en la materia, como los filósofos José Ingenieros y José Ortega y Gasset. Además de un cierto perfume elitista, el panorama que presentaba era sin duda bastante deprimente. Lo borré todo.
Así pues, en lugar de la clásica definición de mediocridad formularé unas cuantas preguntas.
¿A qué le dedican ustedes su atención? ¿Han pensado en el empleo que hacen de su tiempo? ¿En qué lo ocupan? ¿Eligen ustedes o se sienten víctimas de quienes seducen su atención?, ¿de quienes nos distraen continuamente?
¿Por qué no dirigir nuestra atención a lo que merezca la pena? En ese caso, ¿sabemos qué es valioso y qué no? ¿Qué es o no mediocre? ¿Qué es o no excelente? ¿Por qué no tomarse un tiempo y escapar al reino de la distracción permanente? ¿Por qué no vivir en los ritmos lentos y pausados de Erik Satie?
¿Por qué regalar nuestro tiempo a quienes no nos ofrecerán más que vulgaridad?, ¿a quienes tratan de moldear nuestro pensamiento y comportamiento con sus retóricas simplistas?, ¿a esos memes y demás jerigonzas virales que no hacen más que embrutecernos?, ¿a esas grotescas soflamas de odio que polarizan y radicalizan nuestra sociedad?