Cautividades antiguas y nuevas
La esclavitud era una forma de dominio legal por la que un hombre es propiedad de otro; el cautiverio (de captus, “conquistado) es una situación por la que unos hombres o mujeres (unos grupos social) que, que originalmente eran libres viven de hecho bajo dominio cultural y/o social, religioso, económico, sexual o afectivo de otros grupos o personas, de manera que no pueden asumir y realizar su vida de un modo autónomo o maduro.
La esclavitud estrictamente dicha, como realidad jurídica y política, tiende a desaparecer en todo el mundo, pero el cautiverio crece y tiende a imponerse de hecho en multitud de países, a causa de condiciones económicas, sociales y culturales que se extienden de un modo que parece imparables en casi todo el mundo. En este contexto se vuelve necesario la creación de un nueva “orden de merced” y de la Trinidad (recreación o actualización de las antiguas), al servicio de la redención de los cautivos.
En otro tiempo, el esclavo carecía de libertad en el sentido estricto del término. El cautivo podía tener cierta libertad, pero se encontraba sometido a las presiones de un ambiente adverso, donde corría el riesgo de perder su identidad, su autonomía humana, viviendo de hecho sometido bajo el dictado de otros. Como he dicho, la esclavitud legal está terminando, pero el cautiverio social aumenta. La actitud del cristianismo ante esclavos y cautivos ha sido en parte diferente.
– La iglesia quiso dulcificar las condiciones de la esclavitud, pero en sentido estricto no se opuso en cuanto tal a ella, de manera que durante muchos ricos eclesiásticos y grandes monasterios o diócesis (e incluso parroquias) fueron propietarios de esclavos hasta bien entrada la edad moderna, por lo menos hasta el siglo XVIII[1].
– En contra de eso, la iglesia se ha ocupado con más fuerza por redimir a los cautivos, actuando a favor de su fe (esto es, de su libertad personal) llegando a crear para ello instituciones religiosas especiales, como las órdenes de la Trinidad y la Merced que surgieron entre el siglo XII Y XIII; así quería conservar la fe de aquellos fieles que por encontrarse en manos de enemigos de la cristiandad corrían el riesgo de perderla.
Tras el Vaticano II, conforme a un magisterio convergente de los Papas Juan Pablo II y Francisco, la tarea de liberar a los esclavos y de redimir a los cautivos, han venido a vincularse, porque esclavitud y cautiverio forman parte de una misma opresión de fondo, que niega la libertad de las personas y los grupos sociales, impidiendo que ellos pueden desarrollar plenamente su condición de hijos de Dios, creados y redimidos por Jesús, para que puedan (podamos ser) plenamente hijos de Dios, en amor y solidaridad, en esperanza de vida y de resurrección.
Punto de partida
Esos dos términos (esclavitud y redención) se vinculan actualmente de un modo más estrecho, por los cambios sociales, culturales y religiosos que se han venido sucediendo en los últimos siglos, por lo que hay varios idiomas que no distinguen entre esas dos palabras y realidades (esclavitud y cautiverio), con el riesgo de no centrar bien los problemas
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