por Antonio Caschetto | Dic 14, 2021
En el cuarto domingo de Adviento, podemos observar esta maravillosa escena de María e Isabel. La historia de un viaje, animado por la alegría del espíritu. Aquí se entrelaza la historia del Antiguo y del Nuevo Testamento. La anciana lleva la expectativa de la humanidad, mientras que la niña trae esta expectativa a la humanidad. El reconocimiento tiene lugar entre los dos bebés en el vientre materno. Un pasaje que nos ilumina sobre cómo reconocer al Señor que viene.
María va a visitar a Isabel, que se escondió por el exceso de asombro por su embarazo tardío. Es la visita del Señor a su pueblo, y el Bautista la reconoce. Es el más bello deseo de Dios, ser reconocido por los hombres. María va rápidamente, no con ansiedad, no por curiosidad, sino por amor y amistad. Para ver una señal anunciada por el ángel, que es Isabel. El significado de lo ocurrido. Los montes de Judea, la creación, vuelven a dialogar en la historia bíblica. Son los montes de la revelación del Antiguo Testamento, de la tradición judía. Para encontrar el signo, debemos recorrer los montes de nuestra historia, como María. Sólo allí podemos conocer la promesa, la espera de Dios.
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