“Ahora, también a título oficial, llamaremos a estos sucesos lo que fueron desde la perspectiva actual, un genocidio”, puntualizó el ministro Maas, porque se trata de “encontrar un camino común hacia la reconciliación genuina en memoria de las víctimas”.
La historia es horrible y sombría. Entre los años 1904 y 1908, en la colonia entonces llamada Deutsch-Südwestafrika (DSWA, África del Sudoeste Alemana), soldados del káiser Guillermo II masacraron a unas 70.000 personas de las etnias herero (60.000 muertos) y nama (10.000) en la feroz represión que siguió al levantamiento de ambas tribus contra los colonizadores, que les habían quitado sus tierras y les prohibían poseer ganado.
La ocupación colonial por el entonces Imperio Alemán de lo que hoy es Namibia duró de 1884 a 1915. Ese año, aprovechando que los alemanes estaban muy ocupados en el frente europeo en la Primera Guerra Mundial, el territorio fue ocupado por Sudáfrica, que lo retuvo hasta que en 1990, Namibia alcanzó por fin la independencia como país.
En 1904, enviado para sofocar la rebelión de los hereros capitaneados por su jefe Samuel Maharero, el general alemán Lothar von Trotha dispuso el exterminio literal de la tribu. Von Trotha ordenó disparar a matar contra “todo herero, con o sin armas, con o sin ganado, dentro de las fronteras alemanas”, y decretó también envenenar los pozos. Los namas, que se rebelaron un año después, corrieron la misma suerte.
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