

Muchas personas de origen migrante cada vez tienen más peso, incidencia y responsabilidades en la sociedad y en la Iglesia. La venezolana Aniuska Coromoto llegó a España en 2001 y es, desde 2013, la superiora general de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada.
Toda sociedad se configura con los que son y están. Con los que son porque están desde siempre y con los que son porque llegaron dejando atrás sus hogares y acamparon entre nosotros. Un tejerse la Historia que, en la España de 2022, hace que millones de sus habitantes sean migrantes. Eso, lejos de ser una etiqueta, no es sino un rostro más de esas personas, pues muchas de ellas cada vez tienen más peso, incidencia y responsabilidades en nuestro acontecer diario. En el conjunto de la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia.
La venezolana Aniuska Coromoto Aponte Vargas es actualmente la superiora general de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada. Acompaña y anima desde 2013 la congregación, conformada por 305 hermanas y presente en 13 países. Es una fraternidad que tiene raíces valencianas, pues fue fundada en la capital del Turia, en 1876, por la Madre Francisca Pascual Domenech. Aniuska sigue los pasos de la fundadora coordinando la acción de las comunidades desde Valencia. Allí llegó ya en septiembre de 2001, tras ser elegida consejera y pasar a formar parte del gobierno general de la congregación.
Tras más de dos décadas de servicio en España, recuerda la “sorpresa” con la que recibió sus elecciones y cómo era su vida en su Venezuela natal, que tuvo que abandonar cuando nunca había pensado en ello. Allí desempeñó la misión como docente de educación especial, fue formadora y tuvo sus “primeras responsabilidades como animadora, siendo viceprovincial” de la congregación para su país y Puerto Rico, teniendo otras tareas en la animación de la vida religiosa de Venezuela. Un tiempo en el que vivía con naturalidad la intercongregacionalidad. Vivencia que en España “está costando más y muchas veces viene impuesta por las necesidades, algo similar a lo que pasa con la misión compartida con los laicos. Dos tareas que han de mirarse en positivo, creyendo en ellas con verdadero espíritu sinodal”.
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