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| X Pikaza Ibarrondo
Proverbios: la Sabiduría como Diosa-amiga[1]
El libro de los Proverbios (Prov) forma parte de la Biblia Hebrea y consta de dos partes: una antología de refranes o dichos sapienciales (Prov 10-31) y una introducción teológica (Prov 1-9) con una enseñanza unitaria sobre los riesgos y sentido de la vida humana.
Esa introducción, escrita hacia el IV a. C, trasmite la doctrina que un padre y/o maestro israelita dirige a su hijo/discípulo para ayudarle a superar los riesgos generales de la vida (cf. Prov 1-5) y, sobre todo, la tentación de la mujer (cf. Prov 6-7). Pues bien, frente a esa mala mujer (presentada conforme a una retórica injusta de su tiempo y del nuestro, en forma de Prostituta), Proverbios presenta a la Dama Sabiduría (maestra divina), para que guíe al joven (al hombre entero) en su maduración. La historia humana ha nacido y subsiste por inspiración de mujer, como signo de presencia divina (cf. Prov 8-9).
Dios habla como, en forma de, mujer En el momento en que debe decir su palabra esencial, el maestro varón (supuesto autor del libro de los Proverbios o parábolas de la vida) tiene que ceder la palabra a la Mujer-Sabiduría, por la que el mismo Dios viene a mostrarse amiga/esposa de los sabios, es decir, de los hombres. Eso significa que sólo un ser humano (varón o mujer) que ha sentido en su vida en “aliento de Dios” en forma de mujer madre-amante-compañera puede entender la vida, encontrarse a sí mismo, abrirse un futuro. Frente a la mala mujer o ramera que destruye el corazón incauto (cf. Prov 1, 20-33; 5, 1-14; 7, 1-27), dejándolo en manos de su propia pequeñez y su violencia, viene a revelarse la mujer sagrada, amiga/esposa de Dios y de los hombres (Prov 8-9.
Nos hallamos cerca de la inspiración y discurso de Platón quien, al llegar a la cumbre de su diálogo de amor, deja que hable una mujer, Diótima en nombre de la divinidad (Banquete). Pero en Proverbios la que habla no es una sacerdotisa (aunque elevada), sino la misma Sabiduría de Dios, que viene a presentarse como mujer/amiga que despliega su belleza y palabra de encanto fuerte en la colina, a la vera del camino, en las entradas de la ciudad (Prov 8, 1-2), oponiéndose así a la prostituta (que así aparece como mujer prostituida por los hombres):
A vosotros, hombres llamo, a los hijos de Adam (=ser humano) me dirijo: aprended sagacidad los inexpertos, aprended cordura los necios. Recibid mi instrucción, que es más que plata, recibid mi ciencia mejor que el oro puro; porque la Sabiduría (=hokmah) vale más que las perlas y ninguna joya se le puede comparar.
Yo, Sabiduría, soy vecina de la sagacidad (=´ormah)… Por mí reinan los reyes y los príncipes dan leyes justas. Yo amo a los que me aman, y los que madrugan por mí me encuentran. Yo traigo riqueza y gloria, fortuna copiosa y bien ganada; mi fruto es mejor que el oro puro y mi renta vale más que la plata. Camino por sendero justo, por las sendas del derecho (=mispat) para legar riqueza a mis amigos y colmar sus tesoros.
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