INCONSECUENCIA Y COBARDÍA (Mt 25, 14-30)
Es evidente que la atención de la parábola que llamamos “de los talentos” en la versión de Mateo (“de las minas” en su versión lucana), está dirigida y concentrada en el tercer “siervo”, al que su señor confía un solo “talento”; y que lo está no por destacar la cantidad, sino la actitud del sujeto, en contraste con la que muestran los otros dos siervos con sus diferentes montantes en depósito.
El referente parece ser, más que Dios, el propio Jesús, que “se ausentará” de nuestra tierra dejándonos una “misión” que cumplir, para la cual nos ha preparado con su evangelio y nos ha dotado con su ejemplo, su evangelio, su cercanía y acompañamiento “contagioso”, y con la efusión de su “espíritu”. La cantidad y características de los talentos repartidos y confiados a cada uno es indiferente y sin importancia; lo importante es la tarea. Con ellos (sean más o menos, cada uno tiene su propia personalidad y sus capacidades específicas e intransferibles), se nos convoca a una aventura apasionante y exigente: no tanto la de “ser rentables” (¡siempre tendemos a interpretaciones monetarias y materiales!); como la de “dar fruto”, en lo que significa de entregarse a “los trabajos del evangelio” y arriesgarnos en un compromiso de futuro…
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