Sabiduría 6,13-17 — 1 Tesalonicenses 4,12-13 — Mateo 25,1-13
El entusiasmo excesivo distorsiona a menudo nuestra visión de la realidad. Un ejemplo banal sería el de los forofos de un club deportivo. Otra más serio, el de los políticos convencidos de lo necesidad de sus políticas. El entusiasmo de los primeros cristianos les hizo pensar que estaba muy cercana la llegada de Cristo para llevar el Reino a su plenitud. En retrospectiva, comprendemos ahora que ello habría sido contrario al espíritu de encarnación que Dios ha escogido para su proyecto humano. Todo hombre debe nacer y morir, y así fue con Jesús. Y en lo referente a nuestra humanidad en su conjunto, los cambios de mentalidades y de estructuras requieren mucho tiempo, sobre todo desde una perspectiva cristiana, ya que Dios quiere nada menos que lleguemos a ser como Él. Mientras tanto, la perseverancia y el esfuerzo sostenido en el tiempo siguen siendo esenciales. El caso es que, impulsados por su entusiasmo, algunos cristianos de las primeras comunidades sólo pensaban en la segunda llegada de Cristo, a quien esperaban, según la carta de Pablo a los Tesalonicenses, “muy ocupados en no hacer nada”. A su vez, Mateo nos presenta hoy un texto que critica a aquellos que no prevén a largo plazo y cuyos esfuerzos se asemejan a los fuegos artificiales. Anticipando una rápida llegada del esposo, las cinco doncellas necias no se habían preocupado de hacer reserva de aceite.
Texto completo: 32OrdinarioEcheverría