Todavía estaba en pie la república bóer sudafricana del Transvaal cuando en 1886 se descubrió la existencia de oro en el Witwatersrand, la sierra baja que atraviesa la actual provincia de Gauteng (“sitio de oro” en Sesotho). Gauteng es hoy la provincia más pequeña de Sudáfrica en extensión, pero la más densa en población (Johannesburgo y Pretoria se ubican en Gauteng) y la más activa económicamente. Fue en dos “townships” de Johannesburgo, Soweto y Alexandra (allí vivió Mandela a principios de los años 1940), donde en 2021 tuvo lugar la “Operación Dudula” contra los emigrantes extranjeros. Ya se habían dado estallidos de violencia contra los emigrantes en 2008, 2015 y 2019, y ciudadanos de Mozambique, Malaui, Somalia, Zimbabue y Nigeria habían tenido que abandonar el país. Como en otras latitudes, los sudafricanos nativos se quejaban de que los emigrantes les quitaban los puestos de trabajo y de que, con sus trapicheos, hundían el pequeño comercio local. Argumentos falsos, según una declaración conjunta publicada en 2022 por trece académicos sudafricanos especialistas en cuestiones de migración. Y aunque los manifestantes siempre han negado ser “xenófobos” o “racistas”, sí que hubo algo de eso cuando el año pasado Chidimma Adetshina, exfinalista en el certamen de Miss Sudáfrica, tuvo que retirarse tras recibir numerosos ataques xenófobos. Adetshina nació en Sudáfrica de padre nigeriano y madre sudafricana de origen mozambiqueño. Algunos sudafricanos cuestionaron su elegibilidad y el gobierno inició una investigación sobre su madre, alegando un posible robo de identidad.
¿Un ejemplo más del “oprimido que se convierte en opresor”, idea, que, aunque nunca expresó explícitamente, sí se desprende de los escritos del educador brasileño Paolo Freire? Tras alcanzar el poder, los Boers sudafricanos, oprimidos por los británicos, oprimieron a su vez a los sudafricanos nativos. Y, desaparecido el Apartheid, los sudafricanos nativos persiguen a los africanos extranjeros. Algunos sociólogos explican el fenómeno a partir de las ideas del pensador francés René Girard sobre mimetismo y violencia. El deseo humano es “mimético”. Uno desea lo que el otro tiene o desea. Para aquel, éste se convierte en modelo, y, eventualmente en rival. Así, las élites nativas sudafricanas estarían hoy asimilando e imitando, en su búsqueda de poder y riqueza, y también en su actitud hacia los extranjeros, el comportamiento de las élites que controlaron el país hasta el apartheid. También según Girard, para contener la violencia mimética generalizada, las sociedades recurren a un chivo expiatorio, un individuo o un grupo al que se acusa de todos los males. Hoy en Sudáfrica, como en otros muchos países de los cinco continentes, ese chivo expiatorio es el emigrante extranjero.
O, más bien, era. Tanto las instituciones sudafricanas como la sociedad civil están finalmente reaccionando contra lo que parecía ser otra racha más de xenofobia. “Los ‘vigilantes’ antiinmigrantes sudafricanos se registran como partido para las elecciones del próximo año”, tituló The Guardian el 23 de septiembre de 2023. Para potenciar más su influencia, “Operación Dudula” había decidido convertirse en un partido político “antiextranjeros”. Abandonaría sus tácticas violentas, pero seguirían los actos de presión dura, especialmente en los terrenos de vivienda y sanidad. Desde 2022, en las provincias de Gauteng y KwaZulu-Natal, piquetes “Dudula” se colocan a las puertas de hospitales y clínicas, revisan los carnets de identidad e impiden la entrada a los no sudafricanos. La constitución sudafricana garantiza el derecho al acceso a la atención médica para todas las personas en el país, independientemente de su nacionalidad o estatus migratorio. Pero según la actual líder del partido Dudula Zandile Dabula, eso es imposible, porque el sistema de salud pública está sobrecargado. «Queremos priorizar a los sudafricanos. Atención de emergencia, sí, pero si el paciente es ilegal, debe ser entregado a las fuerzas del orden«, declaró Dabula a la BBC.
Finalmente, tras la flagrante desobediencia de Dudula a la Constitución, la sociedad civil y el gobierno han comenzado a reaccionar. Ya en abril de 2022, presionado por la sociedad civil, el presidente Cyril Ramaphosa calificó la Operación Dudula como vigilantismo ilegal. «Que un grupo que no sancionado por el Estado tome decisiones sobre quién entra y quién sale es muy peligroso«, dijo Fatima Hassan, abogada de derechos humanos de la organización Health Justice Initiative, el 18 de septiembre. “A menos que el gobierno controle pronto esta situación, perderá su capacidad de gestionar la ley y el orden”. Ahora ha llegado una oleada de reprobaciones. El pasado 13 de agosto, dos asociaciones, Equal Education (estudiantes, maestros y padres) y el Equal Education Law (abogados por la Justicia Social, especialistas en Política Educativa) condenaron la campaña de Dudula contra la matriculación de niños emigrantes en las escuelas públicas. Este 5 de noviembre, en la página oficial del parlamento sudafricano se leía: “El Comité Selecto de Educación, Ciencia e Industrias Creativas ha tomado nota de la decisión del Tribunal Superior de South Gauteng en Johannesburgo de prohibir que los activistas de la Operación Dudula interrumpan y bloqueen el acceso de los ciudadanos extranjeros a los servicios sociales en el país”.
Esperemos que tanta declaración no quede en eso, en declaraciones. Entre otros motivos, porque el activismo de Dudula está dejando sin cobertura médica al 10 % de sudafricanos nativos que no tienen papeles que prueben su nacionalidad. Y se me olvidaba. En las redes sociales sudafricanas, en especial Facebook y TikTok, está corriendo la voz de que Zandile Dabula, la actual líder de Dudula, es en realizad zimbabuense. A lo que, según “The Day Star” (no existe ningún periódico con ese nombre en Sudáfrica), siempre en Facebook, Dabula habría respondido: “Mis padres son zimbabuenses, nací en Sudáfrica, así que soy sudafricana”
J. Ramón Echeverría
CIDAF-UCM







