por Maria Eugenia Aguado | Ago 9, 202
No es un secreto que en la actualidad vivimos en un cambio constante, en un mundo interconectado y globalizado, en una etapa de postpandemia donde la salud, el clima, la política, la economía, la paz y el bienestar social, la familia y la consciencia humana, entre otros muchos parámetros, están en crisis, muy revueltos, tremendamente manipulados, con grandes fisuras en sus principios y fines.
Hoy, de igual modo pero a la vez de forma diferente a otros momentos históricos, en esta realidad líquida e incierta en la que parece que se tambalean los pilares del equilibrio natural, social y personal, es imposible no ser conscientes de nuestra situación de vulnerabilidad, de nuestra “fragilidad” como personas, como sociedad, como instituciones, como países, como planeta … y sobre todo, como comunidad humana.
No se trata de algo nuevo, la Cruz Roja calcula anualmente el Indicador Global de Vulnerabilidad en referencia a cinco ámbitos concretos, pero pareciera que últimamente está de moda hablar de ella. Recientemente en nuestro país y en otros ámbitos internacionales se han celebrado congresos sobre la vulnerabilidad, se publican multitud de artículo… Es pues una realidad que nos preocupa y nos ocupa.
Y es cierto que hoy es necesaria una reflexión seria sobre este tema, una reflexión sobre la vulnerabilidad contextual – específica, y ligada a cada persona o grupo, como por ejemplo la vulnerabilidad en la que se encuentran numerosas órdenes y congregaciones religiosas, la vulnerabilidad de las personas mayores o la vulnerabilidad de la familia, … – y también sobre la vulnerabilidad antropológica y universal.
Para seguir leyendo: https://institutohumanitate.org/blog/puede-haber-grandeza-en-la-vulnerabilidad/