A pesar de la pandemia, las disparidades y las estructuras de poder desiguales en la salud mundial siguen intactas. Será difícil afrontar nuevos desafíos globales, como el calentamiento global, si no cambia el sistema.
El 11 de marzo de 2020, tan solo unos meses después de que se identificase por primera vez el coronavirus SARS-CoV-2 en China, la Organización Mundial de la Salud declaró la covid-19 como una emergencia de salud pública de importancia internacional. En los dos años siguientes, la covid-19 infectaría a cerca de 500 millones de personas y acabaría con la vida de más de 6 millones en todo el mundo. Los gobiernos impusieron estrictos confinamientos con órdenes de permanecer en casa que detuvieron la economía mundial.
En la actualidad, la mayor parte del mundo está volviendo a funcionar. The Conversation África ha hablado con expertos en salud pública que viven en Kenia, Nigeria y Sudáfrica para conocer su opinión acerca de las lecciones más importantes aprendidas hasta el momento. Los temas que se repiten son aquellos que hablan sobre romper fronteras: compartir, comunicar y valorar a las personas por igual.
Catherine Kyobutungi, Kenia
Después de que se confirmasen los primeros casos, la mayoría de los países siguieron medidas similares, como confinamientos, distanciamiento social e higiene de manos. Unos meses después empezaron a surgir diferencias. Naciones como Uganda y Ruanda adoptaron un enfoque más centrado en la salud pública, enfocándose en intentar detener la infección a toda costa. Y otros como Kenia, que adoptaron un enfoque más económico, se centraron en minimizar los efectos del confinamiento. Por supuesto, Tanzania jugaba en su propia liga cuando suspendió todas las medidas de salud pública recomendadas en ese momento.