

Este episodio de la vida de la Virgen María no se encuentra en los cuatro evangelios, sino en un libro apócrifo, el «protoevangelio de Santiago». Influyó mucho en la piedad popular y en la espiritualidad mariana, pues subrayaba muy bien la disponibilidad de María a la voluntad divina. Esta fiesta ha conocido un gran éxito tanto en Oriente como en Occidente. María está destinada a convertirse en el templo vivo de la divinidad. Según este evangelio apócrifo, esta escena es muy sencilla: Ana y Joaquín quieren dar gracias a Dios por el nacimiento de esta niña. Y se la consagran. Cuando alcanzó los tres años, María fue llevada al Templo, donde un sacerdote la acoge con palabras que se parecen al Magníficat, y la niña se sienta en los escalones del altar. «Todo el pueblo de Israel la amó».