11 octubre 2021 21:50 CEST
La malaria (o paludismo) es una enfermedad endémica en muchos países del mundo que provoca la muerte de miles de personas, muchas de ellas menores de cinco años. Se trata de una enfermedad que la OMS define como febril aguda, y que en un individuo no inmune provoca síntomas que suelen aparecer entre diez y quince días tras la picadura de las hembras de mosquitos del género Anopheles.
La transmisión de la malaria depende de las condiciones climáticas (cantidad de lluvia, temperatura y humedad), ya que estas modifican el número y la supervivencia de los mosquitos. Especialmente en África, la transmisión es estacional y alcanza su máxima intensidad tanto durante la estación lluviosa como inmediatamente después.
En el año 2019 se estimaron 409 000 muertes por paludismo, los casos (83 %) y las muertes (94 %) se produjeron de manera mayoritaria en seis países de África subsahariana: Nigeria, República Democrática del Congo, Uganda, Costa de Marfil y Níger, afectando de manera mayoritaria a mujeres embarazadas y a niños. Si bien desde el año 2000 los países han reducido drásticamente el número de casos y defunciones, en años recientes se ha producido un estancamiento y el paludismo avanza, de forma preocupante, en algunos sitios.
El parásito responsable de la malaria pertenece al género Plasmodium, un protozoo del que se contabilizan más de 120 especies. De estas, cinco parasitan a los seres humanos, que son considerados hospedadores intermediarios y donde los parásitos realizan la reproducción asexual o ciclo esquizogónico. El hospedador definitivo lo constituyen las hembras de los mosquitos de determinadas especies, que ingieren sangre de diferentes animales como primates, roedores, pájaros y reptiles.