En el Día Internacional de la Solidaridad Humana, la ONU recomienda relanzar este valor universal y colocarlo en la base de las relaciones entre los pueblos, para lograr los objetivos del desarrollo sostenible para el bien de toda la humanidad. La Iglesia debe ser señal de caridad, fomentando la “cultura de la misericordia”.
Ciudad del Vaticano
Solidaridad, una palabra que desafía la conciencia de las personas, pero también la responsabilidad de los Estados, las instituciones gubernamentales y no gubernamentales, los organismos públicos y privados. Este es el espíritu que renace del Día Internacional de la Solidaridad Humana, establecido por la ONU en 2005 y celebrado en todo el mundo el 20 de diciembre. Celebrado cerca Navidad, este día debe atraer a los cristianos y a toda la humanidad a mirar hacia aquellos que más necesitan ayuda material y consuelo espiritual, en cada lugar y condición existencial.
La cultura de la misericordia
Jesús mismo nos mostró el camino a seguir para ser solidarios con los demás con sus palabras y gestos: sanando, perdonando, predicando, siendo cercano al pobre y al pequeño. Como Iglesia estamos llamados a ser como El. “La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad”, escribió el Papa Francisco en su encíclica Evangelii Gaudium.
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