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«Fui a África a ayudar» y otros cuentos sobre misantropía disfrazada de filantropía

Sasi Alejandre/ 04 FEB. 2021
El concepto de lucha no solo no es arcaico, sino que es, quizás, más necesario que nunca, por lo que no hay que confiar en quienes aboguen por su anulación y por su olvido, pues, sin lugar a dudas, sirven a una agenda política que es todo menos revolucionaria.

Hipsters y billonarios, por igual, tienden a concordar en que el secreto de cómo salvar al mundo yace en el «granito de arena», el cual consiste, obviamente, en manejar un Tesla, votar por el candidato menos fascista, desayunar quinoa con tofu, hacer yoga y viajar a África a tomarte doscientas fotos con niños hambrientos.

Pero, mientras que el concepto de «salvar al mundo» ha existido, quizá, desde el inicio de las mismas sociedades económicamente jerarquizadas, lo que separa al panorama actual de los pasados es que el modus operandi contemporáneo parece ser el de salvar al mundo cada quien por su lado y cada quien con su propia cartera, puesto que la concepción actual del cambio es aquella de rebelarse consumiendo y, a su vez, desechando palabras como revolución y conceptos como el más allá del capitalismo. De ahí, la retórica del «granito de arena», la cual hace referencia a los minúsculos actos individuales e individualistas que, según estos profetas burgueses del siglo XXI, deben constituir al «cambio del mundo», variando desde usar pajitas de metal, comprarle unas patatas fritas a una persona sin casa (y documentarlo en instagram) o compartir un hashtag en tu muro al estilo #salvemosalastortugas.

Una praxis fragmentada en todos los sentidos, ya que esta no solo se debe llevar a cabo individualmente, sino que de igual manera, las problemáticas que se pretenden «resolver», también deben estar arbitrariamente distanciadas unas de otras. Así, si alguien osa decir que el hambre y el cambio climático son, ambos, fenómenos propiciados y propulsados por el capitalismo (y, por ende, la verdadera manera de «cambiar el mundo» es acabar con tal sistema), serás amablemente tildado de «autoritario estalinista», y ellos, los hipsters y billonarios a la par, se autodenominarán los verdaderos salvadores del mundo.

Sin embargo, esta patología «fragmentalista» es el alma del capitalismo tardío, más aún que en presentaciones anteriores de este mismo sistema, pues el capitalismo actual, a diferencia de sus predecesores, está logrando la permeación del individualismo hasta en las clases más marginales, …

Para seguir leyendo:  https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/fui-a-africa-a-ayudar-y-otros-cuentos-sobre-misantropia-disfrazada-de-filantropia


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Manolo Fernández