El Papa, contra «la rigidez y los extremismos» que profanan a Dios «mediante el odio, el fanatismo y el terrorismo»
En una mesa redonda: todos iguales, todos unidos por un objetivo común, cuatro «desafíos globales»: la pandemia, la paz, la acogida fraterna y la casa común. Un encuentro ‘Fratelli Tutti’. Así es como definía un experto vaticanista el modelo del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales, en cuya apertura participó el Papa Francisco. Representantes de todas las religiones (no todos ‘primeros espadas’, todo hay que decirlo), miembros de la sociedad civil y actores sociales y políticos, «en nombre de esa fraternidad que nos une a todos, como hijos e hijas del mismo cielo«, como señaló Bergoglio al comienzo de su discurso.
Pero, más allá de las palabras, lo que se vivió esta mañana en Nur-sultan fue un momento de comunión y de búsqueda por la paz. En silencio, como a veces no hay más remedio, porque el silencio es el mejor vehículo para la escucha y la comprensión recíproca. Después, llegó el turno de las palabras. Densas, las más largas de los últimos tiempos, con un contenido que hizo pensar, y mucho, a sus interlocutores.
En las suyas, Francisco reivindicó el papel de los hombres y mujeres de religión, y de la «auténtica fraternidad», pues «sólo crecemos con los demás y gracias a los demás». «Necesitamos la religión para responder a la sed de paz del mundo y a la sed de infinito que habita en el corazón de todo hombre», glosó.
Ante la mirada de los líderes religiosos de todo el mundo, Francisco pidió «que Kazajistán pueda ser una vez más tierra de encuentro entre quienes están distanciados», que «pueda abrir una nueva ruta de encuentro, basada en las relaciones humanas: el respeto, la honestidad del diálogo, el valor imprescindible de cada uno, la colaboración; un camino para recorrer juntos hacia la paz».