La guerra está en todas partes. Los hijos de Abraham chocan y el sufrimiento se acumula en Tierra Santa en ambos bandos. Los pueblos eslavos que recibieron la fe en Kiev se están destrozando unos a otros y el sufrimiento se acumula en ambos bandos. Los discípulos de Cristo también están desgarrados y la incomprensión suscitada por las recientes decisiones de la Santa Sede está en su punto máximo. Y son conflictos que nos afectan de cerca, sin olvidar otros, como en África, Asia o América del Sur…
Una advertencia contra la hipocresía
Cristo no ocultó el hecho de que él no da la paz como la da el mundo. También, en definitiva, podemos decir que la Cuaresma cristiana será siempre una guerra contra uno mismo para hacer las paces con uno mismo, y que el criterio de discernimiento será siempre lo verdadero y lo justo. Qué es verdadero y justo en las relaciones entre las personas, qué es verdadero y justo en la vida social y en nuestra vida personal. Lo que es verdadero y justo lo descubrimos escuchando la Palabra de Dios, sin perdernos en las zonas grises que rodean nuestra escucha del Evangelio y que esta Cuaresma puede ser la oportunidad de revelarlos.
El Evangelio que abre la Cuaresma ( Mt 6, 1-2; 16-18 ) con el Miércoles de Ceniza revela una gran coherencia: Cuando das limosna… cuando oras… cuando ayunas. Es también una advertencia contra la hipocresía, palabra que etimológicamente significa falta de discernimiento, siendo la crisis una situación en la que conviene tomar decisiones. Hipócrita es aquel que no está a la altura de sus discernimientos: se da apariencia de virtud pero en realidad juzga según lo que le conviene. El evangelista sitúa nuestra práctica de la limosna, la oración y el ayuno en relación con Dios, nuestro Padre, que ve en lo secreto. Además de la limosna, la oración y el ayuno que se nos recomiendan explícitamente, ¿estaríamos invitados implícitamente, durante esta Cuaresma, a poner en práctica la oración del Padre Nuestro?