«Jesús nos sacude, ¡no se contenta con declaraciones de fe!». Ante la multitud silenciosa reunida bajo el sol en la Plaza de los Héroes de Budapest, el papa Francisco continuó: «Nos pide que purifiquemos nuestra religiosidad». Al clausurar el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en la capital húngara el domingo 12 de septiembre, en el primer día de un viaje que le llevaría a Eslovaquia unas horas más tarde, el papa envió un claro mensaje a los católicos húngaros, que podría resumirse así: no basta con llamarse católico, sino que hay que dejarse «guiar» por Jesús.
Francisco exhortó a los 100 000 fieles que le escuchaban a no reducir el cristianismo a «la defensa de nuestra imagen», sino a hacer de él un «descentramiento liberador». Estas palabras las pronunció justo después de reunirse con el primer ministro húngaro, Viktor Orban, cuyas convicciones sobre la acogida de inmigrantes son exactamente opuestas a las suyas. «Le he pedido al papa que no deje que la Hungría cristiana se pierda», escribió el jefe del gobierno en Facebook tras esta reunión formal de 40 minutos.
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