El terremoto registrado al sur de Marraquech casi a la medianoche del viernes 9 de septiembre ha sido devastador, sobre todo en las aldeas bereberes del Atlas. El seísmo, de 6,8 grados, no es de los más potentes registrados en el planeta en los últimos años, pero el tipo de falla y de movimiento, el hecho de que este fenómeno no sea frecuente en la zona y la precariedad de las construcciones marroquíes han incrementado el número de víctimas que se eleva ya por encima de las 2.100. Puede seguir la última hora en nuestra redacción aquí.
La carretera hacia Talate Nyacoub, una de las aldeas bereberes devastadas por el terremoto de Marrakech está colapsada. Maquinaria pesada, ambulancias, militares, policía… Todos tratan de llegar por la pista de tierra a las aldeas. En una curva esperan Mustafá y Abderramán. «Mi hija estaba entre los escombros», señala Mustafá, que hablar de la esposa del Abderramán.
La mujer es maestra en este poblado de 7.700 habitantes. Allí vivía con su hija de tres meses cuando el suelo comenzó a temblar el pasado viernes por la noche. «Vine desde Marrakech y la saqué de debajo de los escombros. Están bien, pero pudieron morir. Se han perdido familias enteras», asegura Abderramán, que cuenta como «los entierros no paran» y añade que desde el sábado ha habido más de 500 sepelios.
Un grupo de moteros cargados de víveres trata de subir. «Allí no hay luz, ni agua ni nada. No hay comida. No hay nada. Se necesita de todo. Todo el que pueda ayudar que venga», asegura Mustafá. El terremoto ha derruido estos asentamientos llamados ‘duar‘, pequeñas construcciones de adobe y madera en su mayoría. Poblados dispersos, algunos de difícil acceso que huelen a muerte.